domingo, 11 de octubre de 2015

La nostalgia de los sentidos

En 1990, cuando me casé por todas las leyes habidas, decidí que nunca iba a aprender a hacer tortillas de harina: No es como veo mi futuro, dije y conscientemente decidí no aprender. La realidad es que alguna vez había intentado hacerlas y los resultados eran desastrosos.

Creo que no solo hacer tortillas, si no una serie de decisiones tal vez no muy conscientes. No tienen idea de cuantas veces salí corriendo de mi casa para alcanzar una conferencia, tomar un curso, asistir a un diplomado y con el rabillo del ojo, la cocina me gritaba: hey! y yo sin culpa alguna, tomaba las llaves, mi bolsa y corría hacia el aprendizaje. Ya estarían ahí cuando regresara y probablemente a la manana siguiente cuando tuviera energía para ello.

Desde que llegué aquí a Bloomington Indiana y compré tortillas procesadas, la idea llegó a mi cerebro y me dije: Nomás eso falta, que venga a Estados Unidos a aprender a hacer tortillas!

Hace muchos días que siento una terrible nostalgia, no solo por las tortillas, sino inclusive por imagénes, voces y sensaciones. Hay un fenomeno que he vivido cuando me he cambiado de ciudad, y es que empiezo a ver personas que creo que son mis amigos, un perfil, unos ojos, un cuello y sabes que es imposible que sean ellos y ellas.

El llegar a mi trabajo y saludar a la gente querida, abrazándolos es lo que mas extraño tal vez, nahhhh los tacos de carne asada! son muchas sensaciones que los sentidos otorgan: el carcajearse por una broma tonta o de doble sentido con los compañeros y amigos; la sonrisa pícara de tu pareja o de tus amigas; lo mullido de tu cama, el espacio de tu regadera. El estirar tu brazo para acercarte a alguien a tu pecho.

El caminar por los pasillos y ver la sonrisa de mis alumnos, las carcajadas y sonrisas. Hay algo entrañable en nuestro mirar hacia lo conocido, lo familiar, que no se encuentra en ningún lugar.

Estoy a la mitad de esta experiencia. Es tal vez la experiencia de mi vida y eso me abruma. EL no saber que sigue después. Siempre he visto al futuro, he trabajado para el futuro, he soñado y construido cimientos para mi futuro. Estar aquí es resultado de ello. Estar entre dos aguas es fuerte. No sabes hacia que lado nadar.

Aquí todos son especialistas en algo, dominan una área de su conocimiento y son expertos de ello. Yo como buena mexicana, soy todóloga, es mas tengo una carrera que dejé y perseguí otra, educación, que adoro pero no es mi perfil.

Del español, yo solo se hablarlo, medio escribirlo y gozarlo, no me preguntes del subjuntivo y del indicativo porque no tengo idea.

Sigo en dos aguas.

Hoy me levanté a las 6:00 a.m., las tres de la manaña de mi Mexicali.. preparé café, perdí tiempo en Facebook (es mi ancla hacia lo familiar) y cuando el hambre me impidió leer algo serio, me decidí a hacer tortillas.

Seguí la rutina que innumerables veces vi a hacer a mi madre, mis tias, las madres de mis amigos. Agarré harina, la mezclé con agua y mantequilla (no hay manteca como mi mamá hacía) y amasé, se tiene que vencer la desagradable sensación de sentir tus manos llenas de masa chiclosa, hasta lograr una masa uniforme, suavecita. A la hora de hacer las tortillas, es donde la puerca torce el rabo. Como pude redondeé las tortillas y al sartén. Nada que ver con las tortillas que mi madre sacaba o la mamá de mi mejor amiga, suavecitas y sabrosas. Pero el sabor de lo conocido en mi boca, no tiene precio. El mismo sabor de las tortillas de mi tierra, me dio un terrible gusto.

Para mi todo son palabras, mis sensaciones las traduzco de inmediato a palabras, surgen sin permiso y sin batalla, emergen y buscan la superficie. Regalo palabras.

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